Alavadooooo
miércoles, 1 de abril de 2015
Caer
Era casi hora de once y la propaganda apareció una vez más en la tele. Que eso no es propaganda, proclamó de inmediato el publicista. Yo me pregunté quién era este tipo, qué se creía, aunque de seguro se creía publicista y corrector dialéctico. Luego fui más allá, más allá de mi mente, y le pregunté al tipo quién se creía que era y qué se creía además de publicista, y con el impulso además me pregunté en voz alta por qué soy amigo de un tipo que un bien me haría con morirse para así dejar de arruinarme las tardes. Tal fue mi indignación que puse el grito en el cielo. En un procedimiento de dos pasos cuyo orden debí invertir, cosí juntos unos sacos repletos de papas y después los vacié. Luego, con mis aerosoles pinté en ellos muchas aes, posteriores a las cuales por cada a escribí media hache y al final celebré la paridad del arbitrario número de aes o mi grito hubiera terminado con una pequeña u flotante o una pequeña n o una línea vertical y una protuberancia desde su centro hacia la derecha o hacia la izquierda, o tal vez, aunque esto me suena poco probable, una hache punteada. Amarré la improvisada pancarta de nylon a los estabilizadores, emprendí el vuelo y atravesé los cielos capitalinos, enfurecido por no haber tomado once antes de despegar y porque era pasado hora de once y en el cielo mi nave, yo y mi grito no éramos más que luces.
sábado, 28 de marzo de 2015
Soy un idiota
Es una sentencia que cualquier idiota dictaminaría respecto de sí mismo, delimitando su conclusión dentro de los cabales de la razón. Sin embargo, el idiota promedio es demasiado idiota como para admitir una autocrítica de semejante crudeza. Miren todos: este soy yo. Es una sentencia que diría cualquier persona, refiriéndose a sí misma, exenta de la más mínima autocrítica. Este es el verdadero juicio tácito que cualquier idiota de tomo y lomo enhebra respecto de sí mismo.
En los bosques hay árboles, excepto en los bosques talados. En ambos casos hay troncos. Con esto queda ejemplificada la gama de resultados que una motosierra permite al ser humano.
{ si construyo, destruyo
=> porque estoy using hielo }
En los bosques hay árboles, excepto en los bosques talados. En ambos casos hay troncos. Con esto queda ejemplificada la gama de resultados que una motosierra permite al ser humano.
{ si construyo, destruyo
=> porque estoy using hielo }
sábado, 9 de agosto de 2014
jueves, 26 de junio de 2014
El estado de la computación nacional
Por si Ud. no es muy letrado en elementos de la informática contemporánea, un bit es un constructo semántico concebido por alumnos del Departamento Computacional de la Universidad para referirse a Juan Guillermo Bits en instancias como, por ejemplo, su llegada a la pequeña sala de reuniones. Estando todos tranquilamente ocupados en alguna de sus tres actividades elementales (comida, videojuegos, programación), J. Bits haría su clásica aparición, caminando por el pasillo a una velocidad normal y entreabriendo la puerta con su mano derecha, aunque esto último solamente en caso de hallarse ante un nivel de apertura que impidiera el cómodo tránsito de su persona a través del umbral divisorio. Encontrándose en el interior de la pequeña sala, J. Bits observaría fugazmente los rostros que ahí figuraran, aproximándose a saludar a quien le fuera cercano antes de tomar asiento preferentemente en un taburete. Algunas de estas interacciones de cortesía serían similares al diálogo siguiente:
J. Bits: ¿Qué zarpa, hombre?
Claudia: ¡Un bit!
Sin dificultad pueden advertirse ciertas peculiaridades en este brevísimo intercambio. Una contextualización más detallada solo contribuye a su originalidad. Si bien Claudia advirtió la aparición de J. Bits apenas este se encontró visible por ella en el pasillo, su expresión rebosó de legítima sorpresa. Por otro lado, J. Bits primero saludó de mano a Claudia, pero luego se inclinó y la besó en la mejilla, como si la activación de cierto mecanismo hubiese sido a destiempo. Esto causó cierta gracia a Claudia. Uno podría especular acerca de si agradar a Claudia fue realmente la intención de J. Bits. Durante varios días Claudia especuló con intermitencia al respecto, contabilizando unos treinta minutos en total, hasta que finalmente se lamentó de la poca información que entrega un bit.
J. Bits: ¿Qué zarpa, hombre?
Claudia: ¡Un bit!
Sin dificultad pueden advertirse ciertas peculiaridades en este brevísimo intercambio. Una contextualización más detallada solo contribuye a su originalidad. Si bien Claudia advirtió la aparición de J. Bits apenas este se encontró visible por ella en el pasillo, su expresión rebosó de legítima sorpresa. Por otro lado, J. Bits primero saludó de mano a Claudia, pero luego se inclinó y la besó en la mejilla, como si la activación de cierto mecanismo hubiese sido a destiempo. Esto causó cierta gracia a Claudia. Uno podría especular acerca de si agradar a Claudia fue realmente la intención de J. Bits. Durante varios días Claudia especuló con intermitencia al respecto, contabilizando unos treinta minutos en total, hasta que finalmente se lamentó de la poca información que entrega un bit.
lunes, 14 de abril de 2014
viernes, 20 de septiembre de 2013
Transporte público
"Tonta, tonto, tonta, tonto, tonto, tonto, tonto, tonta, tonta, tonta, tonta, tonta, tonta, tonto, tonto, tonta, tonto, tonto, tonto, tonto, tonta, tonto, tonto, tonta, tonto, tonto, tonta, tonta, tonto, tonto, tonta, tonta, tonta, tonto, tonto, tonto, tonta, tonto, necio, tonta, mas briosos por arte de birlibirloque. Cuando otrora distinta suerte deparábanos menuda calamidad, hoy no podemos sino hacer aguarde en antediluviana plegaria." - Tratado de la Naturaleza Humana, D. Hume (1739)
El pequeño dinosaurio rojo abrió el cierre y se asomó hasta el cuello por el bolsillo de la mochila. Sus ojos amarillos se alinearon con los de su víctima. Con malicia le enseñó sus finísimos dientes a la niña, quien se sobresaltó y botó su helado al suelo. La diminuta criatura retornó rauda a su escondite, pues habiendo visto aquello se daba por pagada. No había pasado un minuto de esto cuando la niña se había puesto a llorar a mares, no por la suerte de su helado, sino porque nadie tomaba en serio su fantástico relato. Ni siquiera parecía interesarles; después de todo, no era más que una niña. Oír su llanto ponía más contento al pequeño dinosaurio. Disfrutaba sumiendo a otros en la soledad, aunque fuera en las soledades más enrevesadas. Esto lo hacía sentirse parte de algo.
El pequeño dinosaurio rojo abrió el cierre y se asomó hasta el cuello por el bolsillo de la mochila. Sus ojos amarillos se alinearon con los de su víctima. Con malicia le enseñó sus finísimos dientes a la niña, quien se sobresaltó y botó su helado al suelo. La diminuta criatura retornó rauda a su escondite, pues habiendo visto aquello se daba por pagada. No había pasado un minuto de esto cuando la niña se había puesto a llorar a mares, no por la suerte de su helado, sino porque nadie tomaba en serio su fantástico relato. Ni siquiera parecía interesarles; después de todo, no era más que una niña. Oír su llanto ponía más contento al pequeño dinosaurio. Disfrutaba sumiendo a otros en la soledad, aunque fuera en las soledades más enrevesadas. Esto lo hacía sentirse parte de algo.
viernes, 13 de septiembre de 2013
Los tigres
Cuando salía a jugar al patio, entre que corría y corría incansablemente entre las ligustrinas y alrededor del membrillo miraba de vez en cuando a mi bisabuela. Ella sacaba una silla de la casa para acompañarnos y tomar el fresco en las tardes de verano. A partir de cierta ocasión, comenzó a sacar también sus palillos y bolsitas con ovillos de lana para continuar con el tejido de la piecera que por muchos años posteriores adornó los pies de mi cama. Todos elogiaban los tejidos de mi bisabuela, pero a medida que su vista se debilitaba mantener esta ocupación se le fue haciendo cada vez más difícil. Así, los cinco tigres que rugían sobre la piecera, cabezones y algo desproporcionados, representan su última y, considerando las circunstancias, más ambiciosa incursión en el arte del tejido. Una vez terminados, aseguró una y otra vez que le quedaron justo como quería.
Poco antes de su muerte, conectada a un respirador, no sé por qué le pregunté si se acordaba de los tigres. Esbozó una sonrisa, se quitó momentáneamente la mascarilla y creo que la oí decir:
- En poco yo seré los tigres.
Poco antes de su muerte, conectada a un respirador, no sé por qué le pregunté si se acordaba de los tigres. Esbozó una sonrisa, se quitó momentáneamente la mascarilla y creo que la oí decir:
- En poco yo seré los tigres.
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