viernes, 20 de septiembre de 2013

Transporte público

"Tonta, tonto, tonta, tonto, tonto, tonto, tonto, tonta, tonta, tonta, tonta, tonta, tonta, tonto, tonto, tonta, tonto, tonto, tonto, tonto, tonta, tonto, tonto, tonta, tonto, tonto, tonta, tonta, tonto, tonto, tonta, tonta, tonta, tonto, tonto, tonto, tonta, tonto, necio, tonta, mas briosos por arte de birlibirloque. Cuando otrora distinta suerte deparábanos menuda calamidad, hoy no podemos sino hacer aguarde en antediluviana plegaria." - Tratado de la Naturaleza Humana, D. Hume (1739)

El pequeño dinosaurio rojo abrió el cierre y se asomó hasta el cuello por el bolsillo de la mochila. Sus ojos amarillos se alinearon con los de su víctima. Con malicia le enseñó sus finísimos dientes a la niña, quien se sobresaltó y botó su helado al suelo. La diminuta criatura retornó rauda a su escondite, pues habiendo visto aquello se daba por pagada. No había pasado un minuto de esto cuando la niña se había puesto a llorar a mares, no por la suerte de su helado, sino porque nadie tomaba en serio su fantástico relato. Ni siquiera parecía interesarles; después de todo, no era más que una niña. Oír su llanto ponía más contento al pequeño dinosaurio. Disfrutaba sumiendo a otros en la soledad, aunque fuera en las soledades más enrevesadas. Esto lo hacía sentirse parte de algo.

1 comentario: