"Tonta, tonto, tonta, tonto, tonto, tonto, tonto, tonta, tonta, tonta, tonta, tonta, tonta, tonto, tonto, tonta, tonto, tonto, tonto, tonto, tonta, tonto, tonto, tonta, tonto, tonto, tonta, tonta, tonto, tonto, tonta, tonta, tonta, tonto, tonto, tonto, tonta, tonto, necio, tonta, mas briosos por arte de birlibirloque. Cuando otrora distinta suerte deparábanos menuda calamidad, hoy no podemos sino hacer aguarde en antediluviana plegaria." - Tratado de la Naturaleza Humana, D. Hume (1739)
El pequeño dinosaurio rojo abrió el cierre y se asomó hasta el cuello por el bolsillo de la mochila. Sus ojos amarillos se alinearon con los de su víctima. Con malicia le enseñó sus finísimos dientes a la niña, quien se sobresaltó y botó su helado al suelo. La diminuta criatura retornó rauda a su escondite, pues habiendo visto aquello se daba por pagada. No había pasado un minuto de esto cuando la niña se había puesto a llorar a mares, no por la suerte de su helado, sino porque nadie tomaba en serio su fantástico relato. Ni siquiera parecía interesarles; después de todo, no era más que una niña. Oír su llanto ponía más contento al pequeño dinosaurio. Disfrutaba sumiendo a otros en la soledad, aunque fuera en las soledades más enrevesadas. Esto lo hacía sentirse parte de algo.
Hola Ale.... me acorde de ponyo =(
ResponderEliminar