lunes, 29 de noviembre de 2010

Vocación de programador

Desde muy pequeño comenzaron a hacerme la típica pregunta: "hijo, ¿qué quiere ser cuando grande?". No es que me la hicieran solamente mis padres, sino que a esa edad se es hijo también de las abuelas, de las tías, de la señora que vende manteles y de toda esa gente que es en promedio bastante intrusa. Pero me estoy desviando del tema. Si el tema fuese una pista, la mitad de mis llantas estaría sobre el césped, disminuyendo mi velocidad. Yo siempre les contestaba lo mismo: "no sé". A medida que fui creciendo, entendí mejor las posibilidades que me ofrecía la sociedad, pero mi respuesta continuó en la incertidumbre. ¿Qué quiero ser? ¿Bombero? ¿Policía? ¿Filogenetista? ¿Programador? ¡Programador! ¿Qué es eso? Uno no tiene idea ni siquiera de que existen. La vocación de programador es un pescador que usa la curiosidad como cebo. Nos dejará gustar de su original sabor hasta hartarnos. Entonces tirará del anzuelo y terminaremos cortados en trozos sobre una mesa navideña, bañados de salsa y rodeados de papas, mientras los niños abren regalos dispuestos bajo luces multicolores con la alegría de un futuro programador que logra compílar su primera interfaz gráfica.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Lo que me gustaría

Me gustaría de pronto escuchar un llamado desde el cielo. Entonces, el horizonte se teñirá de púrpura y texturas de alfombra se verán adornando en lo más alto. Al final de tan arduo sendero, mi recompensa finalmente estará por llegar. Perderé cualquier control sobre mi cuerpo y esperaré sentado y tranquilo, sin más opción que contemplar a ese que vendrá a mi encuentro. Con paquiderma fuerza y despidiendo estrellas, descenderá jubiloso desde el firmamento, entre las trompetas más rutilantes y los tambores más gloriosos. Se detendrá frente a mí y todo será arabesco ropaje, retorcido marfil, inexplicables azules. Cuando el silencio sea consumado, me dará un globo. Con voz de imbécil, dirá: this is for you.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Cliché

Si hay un cliché que se repite con mucha frecuencia en los blogs es aquel donde quien escribe no tiene tema o motivación para escribir, y decide reflexionar en torno a eso, tal vez queriendo dar la impresión de hacerlo inconscientemente, o dejando en claro que escribirá "lo que se le venga a la mente". Creo que incluso el escribir sobre este cliché puede ya haber llegado a ser un cliché por sí mismo. Y como trato de evitar los clichés, mejor dejo la entrada hasta aquí. Pero no sin antes celebrar mi nueva publicación con unas cuantas vueltas de carnero. Supongo que lo de carnero proviene de la forma enroscada que presentan los cuernos de estos animales, característica que dictamina la trayectoria del movimiento. Sin embargo, hay ejemplares cuyo diseño de cuernos escapa de lo esperado, obligando una interpretación cuerno-pirueta más sutil.





Luego de pensarlo un poco, se concluye que, para este caso, al movimiento usual debe adicionarse un desplazamiento simultáneo en direcciones opuestas. ¿Vueltas de carnero cuánticas? Ya lo creo. Es el siglo veintiuno.

Homenaje



Ciertas personas dejan su huella en nuestra vida. Algunas pisoteándonos, otras, más hábiles, dándonos patadas de tal forma que la suela de su calzado haga contacto por completo y la suciedad quede impregnada con su forma sobre nosotros. Pero hay otras que, de alguna manera, consiguen dejarnos huellas buenas, lo cual no puedo explicar. Si bien en el día a día podemos, aunque rara vez, encontrarnos con personas así, a muchas de ellas nunca llegaremos a conocerlas más que por fotografías. Nos quedamos entonces solamente con lo que nos es posible deducir a través de su obra, y nuestra mutua cercanía, que sentimos verdaderamente como tal, se basa en esa comunicación indirecta y unilateral. La de más arriba es un antigua imagen de cierto caballero de almidonada barba, finos anteojos y bien vestido. De mirada serena, espera a que le tomen la foto. No sé quién será. Se le olvidó planchar las mangas.

martes, 23 de noviembre de 2010