
Ciertas personas dejan su huella en nuestra vida. Algunas pisoteándonos, otras, más hábiles, dándonos patadas de tal forma que la suela de su calzado haga contacto por completo y la suciedad quede impregnada con su forma sobre nosotros. Pero hay otras que, de alguna manera, consiguen dejarnos huellas buenas, lo cual no puedo explicar. Si bien en el día a día podemos, aunque rara vez, encontrarnos con personas así, a muchas de ellas nunca llegaremos a conocerlas más que por fotografías. Nos quedamos entonces solamente con lo que nos es posible deducir a través de su obra, y nuestra mutua cercanía, que sentimos verdaderamente como tal, se basa en esa comunicación indirecta y unilateral. La de más arriba es un antigua imagen de cierto caballero de almidonada barba, finos anteojos y bien vestido. De mirada serena, espera a que le tomen la foto. No sé quién será. Se le olvidó planchar las mangas.
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